No!

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En El hombre sublevado, Albert Camus nos explica que la auténtica revuelta consiste en decir no. Uno no que niega, pero que no renuncia. Uno no que pone límites y dice “hasta aquí sí, pero más allá no”. Callar es dejar creer que no se juzga ni se desea nada, que nos da igual. El sublevado es el que da media vuelta, el que planta cara. Todo gesto de revuelta implica una toma de conciencia e invoca lo preferible sobre lo que no lo es.

En 1967, Muhammad Ali, en ese momento campeón mundial de boxeo y un ídolo para muchos americanos, dijo no ser reclutado para ir a la guerra de Vietnam: “Mis enemigos son los blancos, no Viet Cong, ni los chinos ni los japoneses. Los blancos son mis opositores cuando quiero libertad, cuando quiero justicia y cuando quiero igualdad. ¿Ni siquiera me defienden aquí en casa, en América, y quiere que vaya a algún sitio y luche?”. En ese momento, la opinión pública americana era todavía muy favorable a la guerra. Ali fue condenado a 5 años de cárcel y llegó a ser definido como el hombre más odiado de América. Finalmente, en junio de 1971 el Tribunal Supremo le dio la razón y no tuvo que ir a prisión. En estos 4 años, la oposición a la guerra de Vietnam creció muchísimo y Ali se convirtió en una figura muy destacada del orgullo racial de los afroamericanos durante el movimiento por los derechos civiles ya lo largo de su carrera.

Encontraríamos muchos ejemplos de gestos de revuelta que han marcado momentos decisivos para el progreso de la humanidad. Pero creo que es necesario reivindicar el no como gesto de revuelta en la proximidad y en el día a día.

Gestos de revuelta como el de Bellprat, un pequeño municipio del Anoia que quedó muy afectado por el incendio iniciado en Santa Coloma de Queralt en julio del pasado año. Ahora hay 3 proyectos energéticos que afectan al pueblo: un parque fotovoltaico de 65 hectáreas a 500 metros del pueblo, 10 aerogeneradores de 200 metros de altitud y el proyecto de una línea de muy alta tensión (MAT) que está proyectada sólo en 200 metros del casco urbano. Parece una broma, ¿no? Bellprat ha dicho no y ha decidido poner barreras a la entrada del pueblo para impedir el acceso a quienes vayan a ejecutar estos proyectos.

Creo que es necesario reivindicar el no como gesto de revuelta en la proximidad y en el día a día

Debemos sublevarnos cuando en la gasolinera nos obligan a pasar por caja a dejar el DNI, ir a llenar el depósito y volver a pagar. Como se nota que no deben esforzarse mucho por tener clientes: solucionan sus problemas haciéndonos trabajar y, de paso, aumentan los márgenes de beneficio.

Debemos sublevarnos cuando nos llaman del banco para decirnos que debemos ir a la oficina (una de esas que ya no quedan y que cuando vas te puedes pasar media mañana para hacer una simple gestión ) a presentar el DNI si no queremos que nos bloqueen la cuenta corriente por culpa de no sé qué normativa.

Debemos sublevarnos cuando un funcionario nos pide rellenar un formulario con nuestros datos que esa misma administración ya tiene porque les hemos dado mil veces. Debe saber que la ley nos ampara en esto.

Decir no y sublevarse nos complica la vida, pero la alternativa es callar y bajar la cabeza, abandonándose a la desesperación aceptando una situación injusta que muy a menudo desemboca en resentimiento y pesar.

¡Cuidado! No confundir el no de El hombre sublevado con la cultura del no, la del fenómeno NIMBY (Not In My Backyard), que rechaza sistemáticamente cualquier infraestructura “fea” que les pueda molestar (cárceles, incineradoras, centros de desintoxicación, aerogeneradores, supermanzanas , etc.), como si resolver los problemas que nos afectan como comunidad no fuera con ellos.

También reivindico, ahora que se avecinan las elecciones locales, el no a las propuestas políticas construidas con declaraciones de principios y palabras que suenan bien pero vacías de contenido concreto y realista. El gesto de revuelta no pasa por abonarse a las opciones populistas construidas desde la irresponsabilidad, sino por ser mucho más exigentes a la hora de decidir nuestro voto, lo que una vez más implica toma de conciencia y esfuerzo.

Para poder decir un sí convencido, es necesario haber dicho no unas cuantas veces.

Martí Casamajó, miembro de la asociación Restarting Badalona