Es innegable, los estados han monopolizado la arena política y de relaciones internacionales durante siglos. Son la unidad territorial organizada jerárquicamente más alta y poderosa en la escala política. Los estados tienen escaño de representación en las Naciones Unidas, custodian un banco central, tienen la fuerza de un ejército y el poder de decretar leyes, entre tantos otros.
Sin embargo, el estatus jurídico-formal de los estados y su soberanía, es decir, el consolidado engranaje que los sustenta, no debe deslumbrar a la hora de pasar a la acción desde los municipios. A la hora de ser influyentes en iniciativas de dinamización económica y en la política pública hay que valorar si un agente es capaz de influir sobre eventos y también propiciar.
Según esta premisa, pues, las ciudades se erigen en agentes de primordial importancia por varias razones. Primeramente, son espacios físicos y concretos donde la tecnología y las actividades económicas se materializan, donde la cultura se crea. Segundo, son nodos de intersección desde donde las ideas fluyen. Tercero, las ciudades cuentan con un aparato político, por pequeño que sea. Cuarto, las personas se sienten identificadas en primera instancia, para que nacen, crecen y conocen los recursos para tejer redes de colaboración locales.
De hecho, las ciudades tienen una historia más antigua que los estados; pero, como no son agentes soberanos, los estados las han eclipsadas. Actualmente, sin embargo, la globalización ha borrado algunas barreras físicas y ha reforzado el rol de las ciudades a escala internacional, lo que facilita el que se ha bautizado como paradiplomacia. En las últimas décadas, los municipios han respondido a menudo a procesos y amenazas globales con iniciativas locales en campos como el paro, la vivienda, la polución o la inmigración. Incluso se han posicionado en cuestiones típicamente reservadas a los estados como los derechos humanos o la desnuclearización.
En Estados Unidos, desde los años 80, varias ciudades se han bautizado a sí mismas como ciudades santuarios y han ofrecido a las personas migradas la seguridad de que allí no serían deportadas. A veces, las ciudades han utilizado su autonomía local y han desafiado el estado. Un caso conocido son los referendos por la independencia de Cataluña impulsados desde varios municipios. En el Reino Unido, 17 ciudades pertenecientes a la red europea Eurocities publicaban un comunicado el día 1 de enero de 2021 cuando se oficializaba el Brexit en que hacían pública su intención de continuar formando parte de la red y de seguir cooperando a nivel europeo, independientemente de la decisión de su estado de abandonar la Unión Europea. Así pues, las ciudades tienen capacidad de movilizar recursos, alcanzar objetivos e influir sobre otros agentes.
Badalona es una ciudad de 220.000 habitantes, por tanto, no sólo puede sino que debe tener la seguridad de posicionarse: tomando parte en redes regionales y globales, identificando sus activos como la posición geográfica, el volumen de población, el campus de excelencia de Can Ruti, la zona empresarial de las Guixeres o de Badalona Sur, el patrimonio cultural infrautilizado y sacar rendimiento con impacto positivo de manera convencida. ¿Sabías que la empresa que proyecta las cadenas de montaje de los aviones Airbus tiene sede y planta en Badalona? Sabías que San Jerónimo de la Murtra, fundado en 1416, ofrece hoy en día servicio de hospedería? Sabías que la Fura escogió Badalona para su Fundación Épica, un espacio multidisciplinar de formación para las Artes artes escénicas? O que el Instituto Germans Trias i Pujol participó en 99 proyectos competitivos y 503 ensayos clínicos generando casi 11 millones de euros en 2019?
El latido de Barcelona como capital debe irrigar estas oportunidades y no eclipsarse hasta convertirlas Badalona en una ciudad fantasma o dormitorio. Todos debemos tener un compromiso para con nuestra ciudad para que prospere en concordancia con su tamaño. Las escuelas y los institutos han de enseñar a los alumnos el capital badalonés. El Ayuntamiento tiene que trabajar el posicionamiento de la villa a nivel institucional. Los ciudadanos badaloneses debemos hablar de nuestra ciudad no sólo sin pesar sino también con orgullo. Los empresarios deben asociarse y colaborar, deben detectar sinergias, crear clusters y emprender iniciativas.
Porque Badalona puede ser una marca y es necesario que entre todos la posicionamos convencidamente.
Minerva Estruch, miembro de la Asociación Restarting Badalona