Qué tienen que ver Raphael y el propietario de una cadena de retail y franquicias número 1 en Europa? Y qué tienen que ver las actitudes y acciones de los dos hacia la empleabilidad juvenil y la de la gente que ya supera los cincuenta años?
Me hago estas preguntas a partir de la experiencia de haber vivido el concierto de uno y el testimonio del otro, explicado por uno de sus directivos hace pocos días. En Cap Roig vi un artista que sabe exprimir lo que le queda de voz y de físico en dos horas de actuación que, con 78 años cumplidos, tiene mucho mérito. Y cuando te preguntas cómo lo hace, la respuesta te la mujer escucharle decir que, hace siete años, descubrió Pablo López cuando era un chico de Operación Triunfo y que siempre pensó que le pediría las letras para el su nuevo disco. Y que lo ha hecho ahora que prepara uno, a punto de ponerse un ocho a la izquierda de su edad. Esta actitud es la que hace seguir el artista y apunta uno de los valores clave que necesita la sociedad postpandémico para impulsar los jóvenes y mantener los seniors conectados al presente.
La otra actitud es la que se desprende de la pregunta que el propietario de una cadena de tiendas importantes del mundo dijo a sus franquiciados en una reunión reciente: “¿Se ha visto chicos? Nos hemos visto? Hace 30 años que somos los mismos y necesitamos incorporar gente joven que nos ayude a mantener el negocio en lo más alto “.
Raphael y el “señor retail” tienen claro que necesitan gente joven. No quieren dejar el trabajo, ni retirarse, ni creen que ya no sean útiles. Simplemente piensan que, para seguir siendo buenos en lo que hacen, necesitan gente que los ayude, que los haga ver las cosas de otro modo.
Afortunadamente, esta actitud es muy común en muchos lugares y en muchas empresas. Los que son expertos llega un momento que, si lo piensan, se dan cuenta que no tienen suficiente conocimiento de su mucho, sino que deben incorporar talento que les ayude a saber más. Y se produce una sinergia buena para unos y otros. Unos porque siguen vivos y liderando, y otros porque se convierten profesionales con una carrera a desarrollar en compañías que quieren seguir vivas.
Nos falta gente que conozca oficios, muchas empresas no encuentran lo que necesitan y muchos jóvenes estudian lo que no tiene demanda
El problema en este país, y es muy grande, lo tenemos cuando esta transferencia de talento y de conocimiento no existe o no se incentiva suficientemente. Cuando observamos puestos de trabajo que no podremos probar hasta que sus propietarios decidan jubilarse. O cuando vemos que no se crean plazas suficientes para relevar y acompañar las últimas etapas profesionales de los seniors en la administración pública. O cuando las plazas que se crean no tienen nada que ver con las necesidades del mundo que vivimos, o ni siquiera los estudios que hacen nuestros hijos. O cuando las notas de corte universitarias desincentivan profesiones clave en plena pandemia.
También vemos este problema a la hora de afrontar el reto de incorporar al mercado de trabajo a los jóvenes que han fracasado en los estudios y que tampoco trabajan. O los seniors que han visto cerrar “la fábrica de toda la vida” a los 50 años. La sociedad tiene un problema inmenso con la tasa de desempleo líder de Europa en paro juvenil y no juvenil. Se habla de un 30% y de un 20% … Curiosamente, en un país que envejece y que debería estar incorporando juventud al mercado de trabajo. Pero no lo hace. Y por qué no lo hace? Tal es la regulación, que impide que un chaval que no estudiará se ponga a trabajar si tiene menos de 16 años. O quizás es que los cursos no se adecuan a las necesidades de las empresas, o que las empresas no tienen incentivos para según qué contrataciones tengan que hacer. O que probablemente sería más útil poner un joven junto a un veterano y una máquina de inyección de plástico que poner un joven a hacer un curso para justificar que hace un curso que no le resolverá su camino vital.
Habrá mil estudios y mil profesionales capaces de dar respuesta a la complejidad, pero yo sólo sé describir lo que pasa. Que nos falta gente que conozca oficios, que muchas empresas no encuentran lo que necesitan, que muchos jóvenes estudian lo que no tiene demanda y que la regulación, de tan garantista, desincentiva unos y otros a encontrarse. Repensar el acceso al mundo del trabajo es una necesidad, y aplicarse el dicho de que “si hacemos lo mismo, repetiremos los mismos resultados”, también. A la sociedad civil tenemos ejemplos proactivos a la hora de hacer encontrar emprendedores y empresarios, o trabajadores y empresas. Ha habido personas relevantes que han organizado redes mundiales o locales para incentivar puntos de encuentro, y que lo han hecho a menudo sin pasar cuentas con la administración o pidiéndole que adapte regulaciones y deje vía libre al entendimiento entre particulares. Es el caso de Netmentora, red fundada por André Mulliez, uno de los empresarios más importantes de Francia, que organizó una red de intercambio para promover el emprendimiento en todo el mundo, o del brasileño Adair Meira y su proyecto de jóvenes valores, que ha movilizado 200.000 jóvenes y empresas del país en una combinación de trabajo y formación en tiempo y espacio de trabajo real a través de la fundación que preside, y con apoyo del poder legislativo.
Hay maneras de afrontar la crisis del empleo en este país, pero se necesitan actitudes “raphaelistes”. Ganas de hacerlo, visión para incorporar talento, empuje para salir de zonas de confort y generosidad para aceptar que hasta hoy no lo hemos conseguido. Hay que conectar generaciones, e intuyo que el secreto es hacerlo sin mucho intermediarios.
Ferran Falcó, presidente de l’associación Restarting Badalona