Hay cosas que damos por hecho y que no cuestionamos lo suficiente. No cuestionamos que en la factura del agua se incluyan impuestos (los de residuos) que no forman parte de sus costos. No nos cuestionamos si una tasa de retirada de vehículos se ajusta, o no, al costo de su servicio. No nos cuestionamos cierta fiscalidad que clama al cielo por ser simplemente capturadora y no recaudadora, como la plusvalía. En el ámbito privado, hemos aceptado como una fatalidad que nos llame quien no queremos que nos llame, o que cuando nosotros necesitamos hablar con alguien de quien somos clientes nos atiendan mal, desde lejos, o desde contestadores automáticos.
Hay muchas cosas cotidianas que asumimos como una fatalidad, como un peaje, o que simplemente no sabemos por qué ocurren.
Esto mismo nos sucede con lo que pagamos por consumir dentro de los aeropuertos. Este artículo no trata sobre las ampliaciones anunciadas de Barajas o frustradas del Prat, pero si me lo permiten, dedicaré un minuto de su lectura: en Barajas se invertirán 2.500 millones de euros sin muchos problemas porque físicamente tienen espacio para hacerlo. Lo harán sobre 28 hectáreas e invertirán en mejoras del aeropuerto (solo faltaría), pero sobre todo en generar un nuevo espacio hotelero, comercial y logístico. En el Prat (que no en Barcelona) se había previsto invertir la cifra de 1.700 millones, también en mejoras del aeropuerto, pero también en todo un crecimiento “inmobiliario” que apoyaba el negocio de Aena. El problema, aquí, es físico, porque es complicado crecer y, a partir de aquí, nace la conciencia de cómo aprovechar mejor el espacio que tienes. Sin embargo, y esto daría para otro artículo, aquí el espíritu crítico -fruto de la escasez de suelo- también es más evidente porque, al fin y al cabo, se es más consciente de las directivas europeas que se deben cumplir, y se sabe que el actual aeropuerto podría tener, sin grandes inversiones, más operaciones de las que se realizan.
Permítanme, sin embargo, que vuelva a hablarles de cuestiones aparentemente menores, siguiendo el hilo de las cosas que nos suceden y que no cuestionamos lo suficiente.
Sería lógico, razonable, que se limitaran los precios de lo que cuestan las cosas en los aeropuertos.
¿Por qué no cuestionamos que dentro de los aeropuertos tengamos que pagar precios exorbitantes? La respuesta es una: porque sabemos que será excepcional, y esto tiene dos consideraciones: la primera hace que cuando entramos en un aeropuerto nos embargue la ilusión o la obligación del viaje y estemos dispuestos a pagar el gusto y las ganas durante los tiempos de espera, y la segunda, la forma en que el Estado somete a los licitadores que quieren instalarse, que también saben que tendrán unos clientes cautivos que tendrán que pagar el precio que les digan que vale un bocadillo malo. Entonces, como unos y otros saben que tendrán cautivos a los viajeros, pactan pagar mucho por usar espacios y cobrar mucho a quienes tengan que pasar por allí y no tengan alternativa.
Aena es una empresa cotizada, y el Estado posee el 51% de las acciones. Ha declarado ganancias que superan los 1.000 millones en el último ejercicio fiscal. Si consideramos que el Estado somos todos nosotros, parece bueno que sea así. La cuestión es si es lógico que el Estado capture rentas de particulares generando unos precios que no se ajustan a nada más que a una condición monopolística.
Aena debe realizar inversiones, y sin duda que sí. Y necesita resultados. Pero tengo la impresión de que los aviones y los pasajeros son lo menos trascendental en un negocio que siempre que crece lo hace para generar ciudades con gente cautiva que pasará unas cuantas horas allí, y donde acabará consumiendo.
Los ciudadanos, que al fin y al cabo somos el Estado, no deberíamos aceptar un sistema que hace pagar precios de oro a quienes quieren trabajar allí, los cuales trasladan esos costos a quienes tienen que usar sus instalaciones. Sería lógico, razonable, que se limitaran los precios de lo que valen las cosas en los aeropuertos. Yo no propongo colectivizar los aeropuertos, ni que sean gestionados como si fueran ministerios ni impedirles ganar dinero. Pero de la misma manera que se escuchan voces que pretenden limitar los alquileres de los privados que tienen una vivienda, parecería lógico que se pudieran limitar los precios que se deben cubrir para hacer rentables, muy rentables, sociedades estatales público-privadas que, repito, han ganado más de 1.000 millones de euros el último año. Por cierto, en Estados Unidos, esto de limitar los precios ya se hace. Hoy.
Ferran Falcó, presidente de la asociación Restarting Badalona