Gobernar, decidir y rectificar

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Sólo se puede actuar pensando y sólo puede pensarse actuando. Esta frase de un libro de Marina Garcés, justo en las primeras páginas, me dejó el cerebro atascado un buen rato. Pensamiento y acción se transforman y se empujan uno a otro, aclara seguidamente la Marina. A esto se le llama “poner el cuerpo”, como una síntesis que articula este equilibrio de acción y reflexión, más una buena dosis de compromiso. Lo encuentro brillante por simple y profundo a la vez. Una fórmula magistral que podemos aplicar en todos los ámbitos de la vida.

La cultura de emprendimiento norteamericano presume, exageradamente, del hecho de equivocarse una y otra vez; de aprender del error; de caer y volver a levantarse; de fracasar muchas veces hasta llegar a la fórmula del éxito. No se trata de aplicar el método de prueba y error (útil en ciencia cuando hay muy poco conocimiento sobre el problema a solucionar) sin sendero, ya que en la esfera profesional puede llevarte a encadenar trompadas hasta quedar completamente derrumbado.

Pero lo que sí suele funcionar es plantear soluciones basadas en un buen nivel de análisis y conocimiento previo, ponerlas en práctica e ir haciendo ajustes y cambios a partir de la observación de lo que va bien y de lo que no . Una mezcla adaptada del método científico y del de aproximaciones sucesivas (y que me perdonen científicos y matemáticos por la frivolidad). Quizás a eso Rajoy le llamaría “oiga! el sentido común”.

Pienso que los gobiernos y las administraciones públicas también deberían aplicar este método. Este sentido común. Basarse mucho más en la experimentación sin temor a equivocarse y rectificar. Percibo a los gobiernos de nuestro entorno un miedo a tomar decisiones, es decir de GOBERNAR, que les paraliza. Miedo a las repercusiones mediáticas, a las redes sociales, a las encuestas ya las estructuras organizativas de los partidos políticos.

Percibo a los gobiernos de nuestro entorno un miedo a tomar decisiones, es decir de gobernar, que les paraliza

La defensa del catalán en la escuela, la ampliación del aeropuerto, la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno o, y éste es devastador, un modelo para la transformación energética son ejemplos claros. Tampoco tenemos decisiones, analizadas y compartidas pero valientes, sobre el futuro de la economía de nuestro país: los planes de competitividad y de reindustrialización parecen más bien cartas a los Reyes Magos que sirven para articular cierto discurso y no disgustar a nadie.

Sorprendentemente, la candidatura de Barcelona por ser la sede de la Copa América de Vela no ha sido sometida a ningún proceso de participación ciudadana ni a ningún referéndum, pero no tardarán en salir colectivos contrarios u ofendidos y la oposición política de turno, que encontrará algún motivo para oponerse radicalmente. Espóiler: la colaboración público-privada, un deporte elitista (por no decir pijo), más turismo…

En Badalona llevamos más de doce años esperando el museo del cómic. Incluso tiene una entrada en Wikipedia. Y casi hace veinte años que el Ayuntamiento adquirió la Torre Codina, espectacular masía del siglo XIV ubicada en el barrio de Canyet, que se asigna como vivienda de un agente de la Guardia Urbana, para custodiarla, mientras se decide qué uso público debe darse. Veinte años pensando. Da risa.

Recientemente, el gobierno municipal de Badalona ha decidido vender en subasta pública el antiguo mercado del pescado, otro edificio cerrado desde hace más de doce años y en estado de destrozo avanzado. Por fin una decisión, no sé si buena o mala, ¡pero UNA DECISIÓN!

Estoy a favor de la participación ciudadana, de las decisiones compartidas, de la transparencia, de la inclusión y de mejorar la democracia, al fin y al cabo. Pero no a expensas del inmovilismo y de ir perdiendo oportunidades de progreso que pagarán nuestros hijos.

Estoy a favor de gobiernos que tomen decisiones, las monitoricen y las rectifiquen. Sin miedo.

Martí Casamajó, miembro de la asociación Restarting Badalona